lunes, 27 de septiembre de 2010

Mi cuarto.

Vamos  pasa, lo tienes que conocer, si quieres puedes hurgar por debajo de la cama, o buscar lo perdido en mis cajones, en las cajas, en los cuadros y ventanas, no hay mucho por descubrir aquí. No hay mucho que no se haya visto ya, no hay nada que pueda esconder, ya no.
Te invito a la profundidad de los cobertores, que tantas noches de liviana comodidad me han proporcionado, escucha lo que mi almohada tiene que decir. Corre las cortinas, hay que dejar que entre la luz, que entre el tímido calor del día a pisotear mi piel con calma, dejemos que me lleve de regreso a esos tiempos en que aún no era yo, en que aún no había definido este cuarto ni tú en él.
Mira el ropero, los muebles y mi sillón dime si no son como yo, tiesos e inexpresivos. El olor a canela que a veces inunda este lugar, te enojas porque me gusta, te enojas porque este lugar es más propio que mi nombre, te enojas porque esto no es bello y sin embargo se te sientes más cómodo aquí que con tú sabes quién. Te enojas te irritas te molestas porque no hace frío, porque sabes que de aquí no saldrás jamás, porque nunca partirás a tiempo para retomar tu vida o lo que creíste que era, porque este lugar te enamora más que yo, porque no hay nada mejor... no mejor que mi cuarto.