sábado, 28 de junio de 2014

De vuelta.

No sé cómo funciona, en qué consiste, cómo es que avanza gradualmente hasta atorarle el cuello. 

Me conoce de hace mucho, me conoce todo lo que debe conocerme, TODA. Pero no le digo nada, a mí me gusta mucho que me sepa leer, que recorra con la mente mi intimidad, que se enrede en mi enmarañada conciencia. ¿Cómo fue que lo tuvimos todo? Ni idea, así me gusta más, sin pensarlo tanto, sin repasarlo con la mente, mejor lo repaso con las manos, así sí me acomodo.
Cada que nos aparecemos es como si jamás nos hubiéramos ido, es como esa permanencia voluntaria que no nota la ausencia, que se restriega contra el muro, que se agarra de las letras, esa es la verdadera estancia, la que se detiene de la no añoranza, de la eternidad del fragmento.

Es primero compartir frases, hacerle reír, luego siguen los ojos, comérselo a miraditas, a distancias que se rompen en un pestañeo. Así como no queriendo, llegan los olores, nuestros cuerpos desprendiendo los vapores de la compatibilidad, palabras largas, largas como su nombre. Nos olisqueamos del pecho hasta el cuello, es recíproco, es importante. Las manos, las piernas, los rostros, las pieles, todo juega, todo se vale, no importa si así no se escribe, todo se vale, vestidos de locos.

¿Quién puede resistirse? No nosotros, nunca nosotros, dices que no, digo que sí, y brota todo aquello que queda suspendido. Así, sencillo, bonito.

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