martes, 5 de abril de 2016

sueño.

El otro día soñé con un lago enorme, rodeado de una escenografía de árboles altísimos. Era estático, de agua templada y dulce olor a humedad, yo estaba dentro del lago, retozando en el agua. Con el cabello mojado aunque no tenía cabello, pataleando aunque no tenía piernas, flotando porque no tenía cuerpo. Y sólo tenía brazos porque siendo humo es lo único que se nos tiene permitido ver, nadaba (porque en mi sueño sabía) y era tan ligera, que mi humedad era la misma que la del agua, que el aire, que la estancia. Era como si yo fuera de todo.
Mi corta vista panorámica, veía a una hermosa chica, que se presentaba frente a nosotros con una mirada dulce, un cuerpo frondoso y bello, era absurdamente perfecta. Portadora de una piel morena y unas piernas largas, entraba al agua con un atuendo blanco, que al mojarse dejaba su cuerpo a la mirada de todos nosotros. Terminaba por estar ahí, de pie a la orilla del lago.
Cuando digo todos, es porque había más que contar, una especie de guía espiritual, asiático, viejo y gordo estaba parado junto a la chica, a punto de revelarnos la clave de algo importante. Tomó a la chica de la cintura, de pronto la miramos como si fuera el objeto más preciado sobre la tierra, ella conocía perfecto lo que pasaba por nuestras mentes, y sabiéndose insoportablemente exquisita, aceptaba que no podía negarse a compartir su templo, casi me dan ganas de llorar. El guía le besó el corazón, era un tipo repugnante, pero lo hizo con tanta ternura que todos quedamos enfermos de júbilo, con mis brazos de humo me aproximé para enredarlos a mí.
El guía iba a decirnos cómo frenar el fin del mundo, yo debía nadar al otro lado del lago para aproximarle un libro, que seguro debió ser escondite de la llave que detendría el fin. Cada palabra que decía, explicándome qué debía hacer, se apagaba en mi interior, el final ya estaba ahí, aproximándose, oprimiendo el clima, volviendo nebuloso todo. Pero este final, este majestuoso final, era callado, era uno muy pacífico. Entonces pensé que no tenía sentido frenarlo porque era un final hermoso, porque todo terminaba en el agua, con mi nocuerpo flotando cerca de esa hermosa mujer, sintiendo alegría por estar rodeada de gente grata y dulce, tan dulce.

Ahora pienso, justo ahora, que quizá frenaríamos el final porque no lo merecemos, porque no merecemos tanta quietud, tanta melancolía, tanta ausencia de caos. Nuestro final será funesto, pero conservo la esperanza de que no pese, de que sea ligero, por lo mientras, soñarlo ha sido increíblemente bello.

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