El
otro día soñé con un lago enorme, rodeado de una escenografía de árboles
altísimos. Era estático, de agua templada y dulce olor a humedad, yo estaba
dentro del lago, retozando en el agua. Con el cabello mojado aunque no tenía
cabello, pataleando aunque no tenía piernas, flotando porque no tenía cuerpo. Y
sólo tenía brazos porque siendo humo es lo único que se nos tiene permitido
ver, nadaba (porque en mi sueño sabía) y era tan ligera, que mi humedad era la
misma que la del agua, que el aire, que la estancia. Era como si yo fuera de
todo.
Mi
corta vista panorámica, veía a una hermosa chica, que se presentaba frente a
nosotros con una mirada dulce, un cuerpo frondoso y bello, era absurdamente
perfecta. Portadora de una piel morena y unas piernas largas, entraba al agua
con un atuendo blanco, que al mojarse dejaba su cuerpo a la mirada de todos
nosotros. Terminaba por estar ahí, de pie a la orilla del lago.
Cuando
digo todos, es porque había más que contar, una especie de guía espiritual,
asiático, viejo y gordo estaba parado junto a la chica, a punto de revelarnos
la clave de algo importante. Tomó a la chica de la cintura, de pronto la
miramos como si fuera el objeto más preciado sobre la tierra, ella conocía
perfecto lo que pasaba por nuestras mentes, y sabiéndose insoportablemente
exquisita, aceptaba que no podía negarse a compartir su templo, casi me dan
ganas de llorar. El guía le besó el corazón, era un tipo repugnante, pero lo
hizo con tanta ternura que todos quedamos enfermos de júbilo, con mis brazos de
humo me aproximé para enredarlos a mí.
El
guía iba a decirnos cómo frenar el fin del mundo, yo debía nadar al otro lado
del lago para aproximarle un libro, que seguro debió ser escondite de la llave
que detendría el fin. Cada palabra que decía, explicándome qué debía hacer, se
apagaba en mi interior, el final ya estaba ahí, aproximándose, oprimiendo el
clima, volviendo nebuloso todo. Pero este final, este majestuoso final, era
callado, era uno muy pacífico. Entonces pensé que no tenía sentido frenarlo
porque era un final hermoso, porque todo terminaba en el agua, con mi nocuerpo
flotando cerca de esa hermosa mujer, sintiendo alegría por estar rodeada de
gente grata y dulce, tan dulce.
Ahora
pienso, justo ahora, que quizá frenaríamos el final porque no lo merecemos,
porque no merecemos tanta quietud, tanta melancolía, tanta ausencia de caos.
Nuestro final será funesto, pero conservo la esperanza de que no pese, de que
sea ligero, por lo mientras, soñarlo ha sido increíblemente bello.
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