jueves, 24 de marzo de 2016

Ego.

Hoy miraba mi cuerpo desde lejos, me topé ni más ni menos que conmigo en la calle. Es como encontrarse con tu estrella favorita, como reunirse con alguien a quien no ve uno en mucho tiempo. Se detuvo frente a mí, ambas atónitas, casi soltando una risita ahogada. Me abrazó antes de que yo estuviera segura de acercarme mucho, y me miró con ojos grandes, irreconocibles. De no estar segura que era yo, jamás me habría dejado sorprender.
Le pedí que me acompañara, sin palabras, porque ella yo yo ella ella nosotras, pues, las dos sabíamos que era necesario buscar la quietud de un sitio que respondiera a nuestro nombre, tanto como lo hacía una a la otra.
Ya que tuve frente a mí al que era mi cuerpo, el suyo, me dispuse a mirar cómo funciono, le pedí que me hablara para escuchar su voz, me miré caminar de un lado a otro de la habitación, revisé cada dedo, cada lunar, cada marca que no alcanzaba a conocer mi tercera dimensión. Por poquito y nos ponemos a llorar, por poquito y nos aceptamos como una, y discutíamos sobre lo necesario que era preservar ese saquito de piel y huesos y esa voz inquietante y loca que creo que tenemos.
La dejé mirarme por arriba, por debajo, vestida, en cueros, estirada y agachada. Eso se había vuelto alguna especie de ritual pactado, morboso y dulce. Para los pocos que de verdad me conocen, sabrán que fue una danza torpe e inocente, revisando cada dedo, cada cabello, cada puntito rojo, cada espinilla, despacito, cada cicatriz, recordando y repasando mentalmente para grabarlo todo, preparándonos bien porque era sabido que no teníamos mucho tiempo, que ese desdoblamiento se habría de terminar apenas saliéramos de esa habitación.
Recorrí con ansia loca cada centímetro mío con la mirada, con un solo dedo, para saber qué tanto de lo que uno escucha es real, qué tan suave se ven las manos, que aunque las ocupo, las estrecho y me estrecho, la estrecho y nos volvemos estrechas, a pesar de todo eso, uno nunca termina de saber qué somos hasta que setieneunolatengometengo aquí parada, aquí de frente, tan sonriente y calmada como yo. Porque era yo.

Creo que no estaba preparada para dejarla ir, pero con todo y todo y todo y las dudas y todo y las ganas y todo y las explosiones, tomé nuestras cosas y me salí de la estancia, y me fui casi corriendo como persiguiendo cosas y pensamientos y medidas y peso y longitudes y anchura, para que no se me escapara ningún detalle mío. Camino siempre por las mismas rutas porque creo que si hay suerte, me encuentro de nuevo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario