martes, 22 de marzo de 2016

Ya no sabemos nada.

La Luna crece y crece, siento que me atosiga, que me roba tu atención. Ya no sabemos nada, ya no sabemos si cuando revuelves el café en tu taza, la miras fantaseando o me escuchas de a pocos. A veces creo que sí, que aún me escuchas, que son simples imaginaciones mías y mantengo tu mirada fijada a mis caderas, a la nada sobre mis hombros, que sigo siendo suficientemente capaz de atender a tus reclamos de infante.
Siempre pensé que era importante permanecer cerca de alguien que parece tener vida, hace un rato ya que hemos perdido la nuestra, no consigo concentrarme porque sé que ella está aquí, esperando a que un par de noches al mes seas suyo, a que entre almohadas y a hurtadillas te trepes al techo, y la contemples largo y tendido hasta quedarte dormido, ya no me hace gracia salir a buscarte para que vuelvas a la cama. Con esos días al mes te ha de bastar para rezar su nombre y olvidar el mío, sencillamente has dejado de decirlo, sin más explicaciones, ni siquiera un pretexto forzado para dejarme tranquila, para apaciguar la mente.
Ella, tan blanca, tan “voz quedita”, sínica.         Tiene los ojos grandes y la boca flaca, se encorva para que la veas, se regocija cuando crees tenerla en tus brazos, en los mismos brazos que afianzaban mi ansia, que no me dejaban retozar muy lejos.
Así como crees que es tuya, así otros veinte, cien, miles de ingenuos se la adjudican. Y ella, tan propia, tan modosa, se revuelca de gusto, ella, tan inalcanzable, tan alta y frondosa se burla y goza.

Mejor será que vuelvas a la cama, que cierres la maldita ventana, que me abraces, que me digas que estoy loca.

2 comentarios: